Las fotos no salieron demasiado bien. Pero unos días en Roses rodeado de franceses por todos lados, con bufet libre (¡Kalise para todos!) y playita de aguas cristalinas han merecido la pena. Escapaditas nocturnas. Un poco de viento y su consecuente dieta de arena.
Me reafirmo en que me encanta la playa a primera y a última hora del día. Seguramente sea porque no hay casi gente y la sensación de libertad es mayor.
He echado un poco en falta un poco más de esfuerzo físico - deporte… pero por contra me ha servido para desconectar al 100% y descansar un porrón (pese a los little madrugones).