Nochevieja en Bélgica
Miguel Julián
por Miguel Julián
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Brujas - Bruselas - Amberes

Tal y como me pasó el año pasado con París, todavía me quedaban unos cuantos días de vacaciones que gastar. Unos días que por lo visto necesitaba, porque ahora que han pasado unas semanas desde entonces, veo que las pilas estaban muy descargadas, y ahora, de nuevo a tope me siento con ganas de todo. Al grano, que resulta que me fui a Bruselas a pasar la Nochevieja.

Una vez que han pasado tantos días (ya semanas) desde que volví ya no recuerdo reflexiones, momentos curiosos, las cosas no están tan frescas como en otros posts, pero me apetece dejar constancia, aunque sea en forma de imagen de la escapadita. Amberes, Brujas y Brusellas. Tres ciudades bonitas, diferentes, frías (obvio, supongo) y con mucha gente. Menudo resumen, pero es que han sido así.

Bruselas me espera este fin de semana que viene, pero después de habérmela pateado de arriba a abajo (más o menos) me resulta una ciudad peculiar. Atractiva y sosa a la vez. Empiezo a ver porqué hay gente a la que le enamora, y gente la trata de vulgar. No son los edificios, no es la gente, ni la comida, … no hay nada que destaque. Es como un mal coche. Pero es una ciudad fácil, agradable y variada. E incluso esconde sorpresas.

Es cierto que yo tenía los ánimos un poco raros con este viaje (y eso lo veo ahora). Amberes me dejó un poco “pues vale”. Por la mañana turismeo aburrido, desde mi punto de vista todo muy flojito, o poco espectacular. Pero por la tarde, de repente se convirtió en un hervidero de personas, todo empezó a cobrar vida, a tener color, olor y alma. De repente una ciudad sosa, aburrida y del montón empezó a trasmitirme algo. Eso sí, era la hora de coger el tren de vuelta. En la estación, eso sí, muy-muy bonita.

Todo el mundo que viene de Brujas dice lo bonita que es. Pues sí, lo es. Canales (y no huele mal, supongo que porque era invierno), rincones, caballos, parques, gente, plazas, tiendas, casas diferentes, muy diferentes. Por alguna razón tengo la extraña sensación de que la Brujas es como una ciudad fantasma. Se llena de seres extraños (turistas) todas las mañanas con gente que llega en los trenes, y después se queda desierta, cuando ya no hay turistas. Aunque alguna zona tenía buena pinta para salir, y seguro que el ambiente sería fabuloso. Una pena no haber estado para comprobarlo.

Brujas precioso, Amberes comercial. Y Bruselas grande: Atomium, me gustó. Caro para lo que es, pero a mí estas cosas me gustan mucho. Sorpresa con la basílica de Koekelberg, las vistas son fenomenales. Paseos por Bruselas maravillosos. Niño que mea, y niña, y perro. Nochevieja -lloviendo- sin uvas. Iglesias (de nombres que no recuerdo) bonitas. Buenas vistas desde el Mont des Arts. Catedral… bueno, cumple. Cerveza de cáctus. Zona del parlamento europeo y demás (con la sensación de que se tira el dinero, creo que nunca me he sentido menos europeo que delante de los edificios de gobierno europeo. De repente todos los cuentos de miedo parecen ser reales. Ves los pasillos, imaginas… y te resignas). Por cierto el Parlamentarium ese… aburrido. Pero mucho más divertido si tienes tres cucharillas de café en la mochila para poder tomar por ahí yogures y en el escáner te paran y te tratan como si llevaras cuchillos. Siempre se puede pedir perdón.

Eso sí, el viaje a molado mucho. Ahora he vuelto con ganas de trabajar, y con ganas de organizar nuevas escapadas. Let’s go!