Ya no soy lo que era. Eso de ir escribiendo todas las noches… Pues entre unas cosas u otras, al carajo. Al menos he sacado unos minutos (que en el fondo van a ser horas) para ir sacando estos pequeños resúmenes para que, al menos, me sirvan a mí como recordatorio si lo releo. Así qué, casi al final del viaje me pongo a rememorar lo que nos ha ido pasando al Sr. A y a mí durante estos 8 días. En el fondo me seduce la idea de hacer un resumen… Pero habrá que vencer un poco a la vagueza.
Todo empezó el lunes pasado. Un avioncito de Madrid a Tenerife Norte. Está claro que dos horas y media en un Ryanair no es la mejor forma de empezar la aventura. Pero entre tantas apreturas, y no recuerdo cómo, estuve casi todo el viaje hablando con una pareja muy maja que se sentaban a mi lado. No pararon de recomendarme cositas. Algunas me las había buscado yo, otras eran lógicas, otras descubrimientos… Pero si pensaba que el viaje iba a ser descafeinado e iba con las expectativas al mínimo, en un par de horas consiguió que tuviera unas ganas enormes de bajarme del avión y empezar.
El tercer compañero de viaje está siendo un Fiat Panda. No podemos enganchar el mp3, es pequeño, apenas caben nuestras cosas y la comida en el maletero, en las cuestas lo pasa mal… Pero ahora le hemos cogido mucho cariño. Nos burlamos de él como si fuera uno más de la pandilla. Pandilla que en el fondo es de cuatro, porque Mariela, la voz argentina del GPS, nos hace tilín todos los días (y nos intenta meter por carreteras no aptas para pandas).
Una vez recogido el Panda nos pusimos rumbo al sur. Autopista que baja por el este… Y en un abrir y cerrar de ojos estábamos en la Candelaria. Primera parada, por eso de que el primer día lo llevábamos un poco sin preparar. Por ese entonces el GPS todavía era Mónica (voz española), pero nos despedimos de ella por Mariela en esta parada. Unas fotos en las estatuas, un primer contacto con los pantalones cortos, una cocacola zero caducada, y vuelta al coche.
El destino de esa noche era el pueblo de El Médalo. Con una playa muy surfera y skysurfera, una “Montaña Roja” que destaca en el paisaje y que separa la playa de los surferos de una casi vacía que se llama La Tejita. Paseo arriba y abajo, incluso llegando a un chiringuito llamado “El Pirata” que tenía mucho encanto. Tal vez un día de mucho viento, pero un día de relax total para sacar la espina del cansancio del viaje.
Noche en el hostal. Supongo que al ser una ciudad/pueblo de playa hacia todo un poco raro (y estar en España tampoco ayudaba). Incluso sacamos la cartera para comer un poco de cocina al estilo canaria. La verdad es que todos los canarios con los que hablamos son muy majos… Y aún me dijeron ayer que eso se estaba perdiendo… Qué pena.
Nos despertamos a las 7 (hora de la península). Salir del baño, mirar con legañas en los ojos el móvil y ver que son las 6 y poco… Y echarte las primeras risas. Después de dormir una horita menos nos pusimos en marcha. Tocaba subir al Teide. Nadie en la carretera. El amanecer detrás de las brumas. Una maravilla. (La vuelta mucho peor, todo con muchísima gente, sin poder pararte a echar una foto o a descansar con la calma). A las 9 subimos en el teleférico a la zona de la cima. Frío, viento y casi toda para nosotros. Nos hicimos el par de caminatas más cortas que proponen (para ir a la cima había que reservar como con un mes… Oooops). Un poco de agobio entre el olor a azufre y la altura (supongo), pero unas vistas impresionantes. Eso si que fue un desayuno de altura.
Mucha gente de bajaba en la zona del refugio, hacia un par de fotos, y de nuevo para abajo. Errooooooor. Tanto el camino que va hacia la derecha del refugio, como el que sale hacia la izquierda son geniales. Qué vistas. Estar por encima de las nubes, pudiendo ver algún arcoiris, las otras islas, el cráter del antiguo volcán… Recomendable. Desde luego. Una vez abajo, y ya en medio de la invasión guiri fuimos hacia unos pedriscos… Andá, si son los de los billetes, aparcar el Panda, y un ratito por ahí dando vueltas sin mucho rumbo.
La gente nos había comentado que hiciéramos Masca y Garachico ese mismo día. Pero como íbamos sobrados de tiempo bajamos a nuestra Tejita. Bañador puesto y a disfrutar de un día… Nublado y ventoso… De playa. Al final esperando a que saliera el sol de nos hizo de noche y ya iba siendo hora de ir al hostal. Eso si, antes de la playa, nada como una carretera raruna (gracias Mariela) para bajar a la playa en línea recta y casi rodando, por la que pasaban coches de dudosa integridad y que pasaba justo al lado del aeropuerto, así que nada como unas galletas para reponer fuerzas mientras los aviones te riegan con un poco de combustible… Me sigue fascinando. Me pasaría horas en sitios como ese (de hecho estuvimos un buen rato).
La siguiente etapa de la aventura… La Gomera. Que ahora que ya tenemos casi todo visto y vivido… Seguramente haya sido incluso más chulo que Tenerife… Al menos lo dejaremos en diferente, ¡claro!