Casi desde el comienzo del nuevo trabajo siempre dije que hay una cosa que se echa de menos. Las personas. Las personas referidas al contacto con los chavales y con los profesore y monitores. Así que cuando me ofrecen la oportunidad de colaborar y disfrutar de esa pequeña gran aventura que son los campamentos, no lo dudo demasiado. Hay que lanzarse, y cuando llega la hora de volver, uno quiere más, quiere el lote completo.
Mucha gente suele decir eso de “mira qué bien que os lo pasáis, así cualquiera”. Pues a esas personas les tengo que decir una cosa, “sí”. La verdad es que organizar y estar como monitor en unos campamentos bien orgnaizados es fabuloso. Es toda una experiencia, recomendable al 100%. Pero normalmente la gente no tiene en cuenta la cantidad de trabajo y responsabilidad que hay.
Esta es una de esas cosas “hard 2 achieve/obtain”. La recompensa en forma de amistad, cariño y vivencias es inmensa. Pero es duro. Duro porque en el fondo tu trabajo empieza a las 8 de la mañana, y termina a las 8 de la tarde diez días después (o los que sean). Si el trabajo sólo fuera servir de dinamizador de un grupo de 60 chavales, sería fácil. Si el trabajo sólo fuera servir de guía y de ayuda en las excursiones, sería fácil. Si sólo fuera estar pendiente de medicaciones, fácil. Miedos por la noche, fácil. Conflictos, fácil. Actividades y talleres, fácil. Estar cerca, enseñar, educar, fácil. Servir comidas, fácil. Yo no quiero judías, fácil. Me he hecho una herida, fácil. Me sangra la nariz, fácil. Hay una araña, fácil. ¿Por qué las vacas van sueltas?, fácil. Apoyar al compañero, fácil. Ayudar a otros campamentos, fácil. ¿Zorro?, fácil. Mover material, fácil. Hablar en inglés, fácil. Cantar, bailar, teatralizar, fácil.
Pero cuando el trabajo es hacer todo eso a la vez, durante todo el día, entonces ya no es tan fácil. Entonces no todo el mundo creo que disfrutara tanto de la experiencia. La prueba es que cuando vuelves, si todo ha ido bien (y suele ser así gracias a todos los que forman parte de la aventura) el orgullo es enorme, pero el cansancio también. Apenas hay ganas de poner la(s) lavadora(s) con las cosas sucias y pasar dos días hibernando para recobrar fuerzas físicas, pero sobre todo, mentales.
Pues aunque todo esto no ha tenido mucho que ver en los tres días en los que pude ayudar en Sarvisé. Es suficiente para saborear el manjar. Compañeros, chavales, vivencias, … ¡gracias! Estas dos veces que me han ofrecido ayudar lo he hecho encantado, y con la clara convinción de darlo todo porque a los demás monitores todavía les quedan muchos días. Espero seguir pudiendo repetir la experiencia, y quién sabe, entera.
Mientras tanto, a seguir echando en falta a las personas y las vivencias. Pero ojo, que ahora hay otras diferentes. Mejores y peores. Lo que está claro es que si uno quiere, puede. O, al menos, yo :-) (a veces) (depende) (bueno, en general) (sí) (eso) (eso) (sí). Y encima me vuelvo con regalos (2).