El Olor de la Gloria
El sonido de voces apagadas y distantes parecía despertarle. Al intentar abrir los ojos un halo de intensa luz blanca parecía rasgarle los ojos con cada intento de averiguar dónde estaba. Olía a humedad, sentía la fría piedra en su espalda y sus manos empezaban a desentumecerse sobre sus piernas. Tenía la piel perlada con una capa fría de sudor mezclado con tierra y suciedad. Lo que en un principio parecían voces lejanas de espíritus de sus dioses que parecían llamarle para acogerlo en su reino, se convertían poco a poco en un rugido, en un estruendo incomprensible. Sus ojos lentamente empezaban a vislumbrar una sala de piedra de aspecto descuidado. El techo de tablas de madera dejaba pasar, a través de una rendija, un halo de luz que se proyectaba sobre él.