Burgos es una gran ciudad. Y de paso una gran provincia. La gente de por allí a veces me resulta particular, pero está lleno de buenas personas, de personas que me han tratado como hijo o hermano. Esta vez la visita era un poco diferente, la idea no era quedarse en la ciudad, o ir al pueblo. Tocaba ir al Norte, al muro.
Es curioso, nunca había estado hacia el norte de la provincia. Pero ahora tocaba visitar Frías y los alrededores. Un pueblo curioso, que sale en un montón de listados de pueblos más bonitos de España. La verdad es que de todo lo que vi ese fin de semana posiblemente fue lo peor. Igual es que me gusta más la naturaleza que las piedras…
Sí el pueblo es bonito, y las vistas espectaculares. Pero así como otros sitios me trasmiten mucho, pues este me dejó un poco indiferente. Al final… es un pueblo, y la gente estaba en el bar. Por alguna razón, la magia, la inmersión, no llegó. Mucho mejor ese descanso en el banco, esas vistas desde lo alto del castillo, o las bromas en el puente.
Después de todo un buen bocata de chorizo burgalés viendo a un piragüista darse una buena toña en una cascada. Las Cocacolas Zeros enfriándose en la ventana. Las conversaciones sobre las inundaciones. Fotos a los abuelos. Cuestas y más cuestas. Las carreteras y los designios del GPS. Todo eso acaba siendo parte imprescindible del viaje, de los recuerdos.
Eso y los dolores en el culo… ¿quién pondría tantas cuestas por allí?
Gracias!